Cambridge ocupa un lugar privilegiado entre este tipo de instituciones debido a su antigüedad: fundada en 1209, es la cuarta universidad en activo más antigua del mundo, solo por detrás de la de Bolonia, la de Oxford y la de Salamanca. No solo eso, sino que, ocho siglos tras su fundación, sigue siendo una de las universidades mejor valoradas del mundo, y varias clasificaciones independientes la sitúan entre las tres o cinco más prestigiosas; por ejemplo, el informe más reciente de The World University Rankings la sitúa solo por detrás de Oxford. Podemos hacernos una idea de lo que esto implica al comprobar que nada menos que noventa y siete premios Nobel estudiaron en Cambridge, y que entre sus alumnos se cuentan genios de la talla de Charles Darwin, John Milton, Alan Turing o Ernest Rutherford; o, sin retroceder tanto en el tiempo, Hugh Laurie, Stephen Hawking, Marshall McLuhan o David Attenborough .
Los exámenes de idiomas para extranjeros de Cambridge, como es natural, no son tan antiguos. Cambridge English Language Assessment es la parte de la universidad que se encarga de evaluar los conocimientos de inglés de los extranjeros desde hace ya más de 100 años: el primer examen fue organizado en 1913. Vamos con algunos datos y curiosidades que tal vez desconocieras:
- Los exámenes de Cambridge se realizan en más de 130 países.
- En todo el mundo hay en torno a 2.700 centros examinadores oficiales.
- Alrededor de 50.000 centros de todo el mundo ofrecen preparación para los exámenes.
- Hay 12.500 organizaciones que reconocen los títulos que emite Cambridge (en este enlace de la propia universidad puedes consultarlas todas).
- 400 empleados y más de 20.000 examinadores trabajan para Cambridge ESOL en la actualidad.
- El primer examen de Proficiency duraba 13 horas –frente a las 7 actuales- y se realizó en 1913. La primera prueba de speaking tuvo lugar en 1944.
Por supuesto, el prestigio de estos exámenes no es una mera cuestión de números: buena parte de su renombre se debe al escrupuloso control de calidad al que son sometidos año tras año, basado en las premisas de quality, reliability y validity (calidad, fiabilidad y validez). Para ello, en las oficinas centrales de Cambridge se encuentran más de 300 personas dedicadas a la elaboración y supervisión de los materiales de examen, que firman estrictas cláusulas de confidencialidad. Las pruebas se guardan en un almacén sellado a cal y canto, en el que no se permiten fotografías ni filtraciones de tipo alguno, y las codiciadas hojas solo podrán ser vistas cuando vayan a ser distribuidas internacionalmente.
Calibrar un examen no es tarea fácil, y por eso una de las mayores dificultades que debe afrontar Cambridge reside en lograr que sus pruebas revistan la misma dificultad para los estudiantes de cualquier país, para evitar que, por razones culturales o lingüísticas, un test resultara especialmente ventajoso o desventajoso para los hablantes de una zona geográfica determinada. Así, las pruebas que producen números anormales de aciertos o errores en la fase previa son descartadas. Digamos que se trata de un proceso similar al que siguen, por ejemplo, los programadores de videojuegos que comprueban minuciosamente que estos no presentan una dificultad injusta. Si quieres saber más sobre las etapas de proceso y sus responsables, no te pierdas este artículo de El Confidencial. Y si tienes curiosidad por conocer a fondo la historia de estos exámenes y la filosofía educativa que les dio forma, puedes consultar este exhaustivo documento que proporciona la propia Universidad de Cambridge.
Es probable que también te hayas preguntado cuál es el origen del MCER (Marco Común Europeo de Referencia para las Lenguas) a cuyo sistema de niveles (A1, A2, B1, B2, C1 y C2) se alude a menudo cuando hablamos de los exámenes de Cambridge. Se trata de un estándar europeo cuya elaboración temprana, en 1991, corrió a cargo del gobierno suizo, pero cuya versión final corresponde al Consejo de Europa, que lo presentó en 2001, durante el Año Europeo de las Lenguas. La Universidad de Cambridge fue una de las organizaciones que contribuyeron a darle forma, y por eso resulta natural que lo haya adoptado para evaluar el nivel de los examinandos. Su precisión y rigor para medir el dominio de la lengua de un hablante de cualquier país lo han convertido en un sistema de medición ampliamente reconocido no solo en Europa, sino en todo el mundo.
Confiamos en que con este pequeño repaso hayáis aprendido algo nuevo y que, en el mejor de los casos, veáis con mejores ojos los exámenes de Cambridge. Gracias a la progresiva eliminación de las fronteras lingüísticas y a la globalización, cada vez resulta más importante contar con la garantía que ofrece un título que será reconocido en prácticamente cualquier lugar al que viajes, y que sirve para ampliar tus horizontes educativos y profesionales. Este es, ante todo, su valor.